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Mi romance con el breakdance.

Siempre me gustó el breakdance.

Ese baile acrobático en el que los bailarines dan volteretas y giran sobre su cabeza.

Y en el que aunque se peguen el mayor porrazo siempre acaban con una sonrisa en la cara.

Pues dos de mis hermanos bailaron breakdance en sus años mozos.

Tenían su grupo, entrenaban e iban a concursos. Eran guays y molaban.

Yo no me perdía ninguna de sus actuaciones. Siempre con admiración y la boca abierta.

Me gustaba el ambiente que se respiraba.

Gente joven, sana, haciendo ejercicio, bailando, hablando, relacionándose al ritmo de buena música.

Y sobre todo, ligando.

Porque vaya si ligaban los breakers (así se les llama a los que bailan breakdance)

Era raro no ver a un grupo de breakers acompañado de su grupito de admiradoras.

 

Por aquel entonces yo tenía 21 años y era soltero.

Así que decidí probar el breakdance como hobbie (y para ligar un poco)

Pero mi romance con el breakdance duro una hora.

Sí, una hora.

El tiempo necesario para destrozarme el hombro.

 

Te cuento.

Resulta que fui el primer día al local de ensayo.

Me vestí lo más original que pude.

Saludé a todos chocando la mano como siempre se saludan.

Charlé con alguno de los bailarines.

Estiré un poco.

Me sentía guay, molón, como si tuviera flow.

Me sentía breaker y eso que llevaba solo 30 minutos en la sala.

Y cuando estaba con todo el subidón decidí empezar a “bailar”

Mi primer movimiento fue lanzarme con el hombro contra el suelo.

Inmediatamente escuche un crujido y un dolor como no recuerdo en la vida.

Yo disimulé como pude.

Tenía ganas de llorar pero no podía hacer ese ridículo el primer día.

Así que recogí mis cosas y me fui poniendo excusas a todo el que me cruzaba a mi salida.

Recuerdo la vuelta en autobús; cómo me dolía el hombro en cada bache de la carretera.

Esa noche dormí fatal.

 

Al día siguiente mis compañeros de universidad me preguntaron al verme con el brazo en cabestrillo.

Les dije que me había pegado un porrazo contra el marco de una puerta.

No podía confesar la verdad.

No podía confesar que me había creído lo que no soy.

No podía reconocer que el breakdance es un baile precioso pero que hay que empezar con los movimientos básicos.

Y que yo pasé directamente a lo difícil y me la pegué.

 

 

Esto mismo les pasa a muchos profesionales en Internet.

Pretenden dar volteretas y lanzarse sobre el hombro desde el primer día.

En ocasiones seducidos por los cantos de sirena de los gurús de Internet que les han prometido el oro y el moro desde el primer día.

Emprender en Internet es precioso, como el breakdance.

Pero también requiere de una serie de pasos que no te puedes saltar si no quieres pegarte el porrazo el primer día.

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Un saludo,
Jorge Cobos ツ

PD: Jamás he vuelto a bailar breakdance. Me conformo con verlo desde la barrera. Es más seguro y sano. No sabes cuánto se rieron de mí, cuando se lo conté a mis hermanos.


JorgeCobos

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